GOD IS AN ASTRONAUT. Barcelona, 02-03-2012



Y el horizonte se tiñó de piedra negra.

No hay duda de que el post-rock instrumental progresivo es uno de los géneros musicales contemporáneos más emocionantes y sobrecogedores. Es un género que hipnotiza por su intensidad; y, porque muchas veces, el callado estruendo desahoga más que la verborrea de pastel de muchas otras músicas, llamémoslas emotivas. Parece, en los mejores casos, que guitarras, baterías y bajos son la musculatura en tensión de la rabia heroica personificada. Pero también parece ser un género acotado para pocas bandas: terreno limitado, un mundo demasiado pequeño para la excesiva repetición y las largas progresiones que le son características. God Is An Astronaut, en el concierto que dieron ayer noche en la sala City Hall, demostraron un poco las dos cosas en mi opinión. A saber: que si es la primera banda de post-rock instrumental progresivo que conoces, muy bien; pero si es la undécima, ya no te llegan tan adentro.

Se mostraron muy capaces de controlar y manejar la atmósfera escatológica que reina en sus discos encima de un escenario, pero a diferencia de otros ilustres del género, su estética parece más fruto de la pose que de un auténtico espíritu post-rockero: eso, o es que los horizontes de God Is An Astronaut son más heavy de lo que muestran en las grabaciones. Desde luego, a juzgar por la vestimenta de sus miembros, por el aspecto de los hermanos Kinsella (guitarra y bajo), y por ese repertorio de gestos y escorzos propios de los iconos del metal, se diría de los irlandeses que no provienen del grunge y del shoegaze, sino de un rock algo más duro, de cuero y de melenas oscuras. Tal vez por eso, sus melodías y progresiones parecen más mecánicas y monolíticas, menos naturales y aparentemente libres.