NADA SURF. Barcelona, 19-02-2012.



No solo de carisma vive el rock.

Hay sonidos que nunca pasarán de moda, y grupos que parecen impermeables al envejecimiento y al olvido. 20 años contemplan a Nada Surf y, aunque ya no sean unos chavales, mantienen incólumes aquellos atributos musicales que les llevaron al estrellato, allá por los años ’90, dentro de un panorama grunge ya en plena extinción. Nadie ignora el hecho de que en su evolución han ido dejando atrás parte del escozor que caracterizó sus inicios: la aspereza en la distorsión y, sobre todo, esa actitud levemente torva y sesgada de la que hacen gala en High/Low, se rebajaron hace ya un tiempo en favor de un cromatismo mucho más amplio y lozano. Hoy en día puede que no hagan nada especialmente nuevo en cuanto a la composición, pero al menos en directo demuestran tener, aparte de mucho oficio y simpatía, un gran control sobre la producción de su propia música.

El gancho que siempre han tenido en nuestro país se debe, probablemente, a que Dani Lorca, el bajista, es originario de Vigo; pero luego se han ganado el favor del público local tocando innumerables veces aquí, haciendo siempre gala de una humildad y una cercanía que nos hacía pensar que eran uno de los nuestros. El éxito en Santiago de Compostela, Madrid, y el de ayer noche en Barcelona atestigua, una vez más, que para mucha gente Nada Surf sigue siendo un icono sano del buen rock. Porque aunque pasen los años, y aunque traten de no vivir de las rentas sin fracasar del todo, siguen siendo ellos mismos: siguen transmitiendo con sus temas emblemáticos sensaciones que la gente guarda en su imaginario personal, como oro en paño, a modo de banda sonora de los buenos momentos. Anoche en Apolo se veían los días de verano a través de los ojos del público.